El consumo de carne en la isla de Tenerife se remonta ya a la época prehispánica de los guanches. Según los cronistas de la época y los estudios arqueológicos realizados en cuevas habitacionales, los aborígenes de nuestra isla consumían principalmente carne de cabra, oveja y cerdo.
Es especialmente significativo el consumo del cerdo ya que en la isla es reconocida y apreciada la carne del cochino negro, una especie autóctona de Canarias, con restos presentes en la mayoría de los yacimientos datados hasta una antigüedad de 2.500 años. El cochino negro es una raza porcina antigua cuyo origen se estima está en el norte de África. Tras la colonización de las islas, y al igual que pasara con la población aborigen, nuestros cerdos se mezclaron con los provenientes de razas británicas y el cerdo ibérico, dando como resultado el que actualmente se cría en las islas.
Los guanches obtenían de cabras, cerdos y ovejas, además de la carne, las pieles, los huesos con los que fabricaban adornos y herramientas, así como la grasa -especialmente del cochino negro- para hacer manteca con la que conservar alimentos.
Citan los cronistas y demuestran los estudios posteriores que la élite y clases altas de esas primeras poblaciones también podían consumir aves, lagartos, perros o felinos, en escasa cantidad, y como signo de distinción y estatus, reservando la carne de las ovejas, cabras y cerdos para el consumo general de la población. La evidencia de este consumo se ha encontrado en sucesivos yacimientos, tanto en el norte de la isla como en el área sur, según confirman estudios del Museo Arqueológico de Tenerife.
Llamativa es la presencia de felinos, aparecidos en algunas cuevas-habitación y en Icod de los Vinos. Un tipo de gato del desierto o gato de las arenas, más robusto y pequeño que el gato común hoy conocido.
Sobre el consumo jerarquizado de la carne dejó constancia el cronista Alonso de Palencia en 1490 donde indica que «no es permitido que la plebe coma carne cuando tiene hambre sino en los días de fiesta, con permiso de los amos».
Además, Alonso de Palencia continúa detallando sobre su crianza: «el ganado aumenta cada día y, a causa de la extensión y abundancia de los pastos, engorda y, ordeñado, produce gran cantidad de leche, también para los pudientes, porque los demás no pueden satisfacer esta necesidad aunque estén al cuidado de los rebaños».
Citan algunos investigadores, sin embargo, que el cronista pudiera estar influenciado por la necesidad de deteriorar la imagen del guanche, exagerando ciertos hechos, presentando ante la corte una imagen del salvaje que es necesario cristianizar dadas sus costumbres.
Según José Juan Jiménez, doctor en Prehistoria de la Universidad de La Laguna, que el estudio de la alimentación guanche combina datos de los cronistas -analizando la historia etnográfica- con el contraste aportado por la arqueología insular. Así, sabemos que estas carnes, como hemos dicho principalmente de cabra, oveja y cerdo, se combinaba habitualmente con cereales como la cebada, leguminosas, raíces de ciertas plantas coo el helecho, frutos silvestres del mocán y el bicácaro y de manera selectiva, peces y moluscos.
A esta información se ha venido a añadir los análisis químicos de restos óseos de la época donde se concluye que de todos estos alimentos, la carne y la leche eran las principales fuentes de alimentación, dejando así en evidencia al cronista que asegura que la carne estaba limitada solo a la clase alta aborigen.
Llama la atención a historiadores y arqueólogos que el producto marino tenga muy baja presencia en la dieta guanche o, al menos, no hay constancia en las pruebas halladas, siendo islas de pequeño tamaño con un acceso al mar relativamente fácil. Sin embargo hay constancia de las técnicas empleadas para pescar utilizando venenos naturales, así como la recolección de caracoles y lapas principalmente.
El gofio merece una mención aparte. Alonso de Espinosa, en 1594, señala que la cebada se limpiaba y tostaba al fuego para molerlo posteriormente. Esa harina era cernida luego y constituía una de las bases de la alimentación. El gofio resultante era amasado (mezclado) con agua o leche y manteca. La mezcla tenía el mismo uso que el pan en el continente.
Los hábitos de consumo cárnico se mantuvieron luego de la colonización de las islas, en un mestizaje de hábitos importados y naturales propios de la isla, resultado en lo que son nuestras costumbres actuales especialmente conservadas en las áreas rurales del norte y del sur.
En resumen, en Tenerife nos ha gustado siempre las buenas carnes, antaño y hoy. Jovencasa, como proveedor, tiene por objetivo mantener esa tradición proporcionando a nuestro mercado local producto de primera calidad, no solo para consumo propio sino para el visitante. Por eso somos el principal proveedor del sector de la hostelería insular. Nuestros clientes confían en nuestro producto y nuestro servicio.