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La raza humana es omnívora, es decir, que su base alimenticia se sustenta tanto en animales (es carnívora) como en vegetales (es herbívora). Todo nuestro organismo está adaptado para ser capaces de recibir una amplísima variedad de nutrientes de un gran número de fuentes al punto que si no recibe una variedad suficiente de alimentos, tanto de procedencia animal como vegetal, padece problemas de salud por carencia de elementos básicos para su funcionamiento.

La carne proporciona al ser humano proteínas de alta calidad, ácidos grasos esenciales y diversos micronutrientes que están en la base de la energía que proporciona la alimentación para el funcionamiento de nuestro organismo.

La proteína animal

La proteína de procedencia animal incorpora al organismo nutrientes esenciales que contienen un bajo contenido en graso (a excepción de la piel en el caso de las aves). Está compuesta en un 70% a 75% de agua (que disminuye al ser cocinada de diversas maneras como el asado o incluso desaparece si es tratada con técnicas de secado -como la cecina o jerky-. Esta proteína no solo es indispensable en la dieta humana sino vital para las actividades físicas, ya sean laborales, de ocio o deporte, indistintamente si es ciclismo, fitness, natación, atletismo o cualquier otra variante.

El porcentaje de proteína presente en la carne ronda entre el 20% y el 22%, manteniéndose estable de manera persistente, mientras que la grasa puede variar en su proporción entre el 3% y el 30%, dependiendo de la procedencia de la carne (animal y zona de despiece) como de, sobre todo, la manera en que se ha alimentado y engordado al animal.

La carne es una fuente primaria de elemetos minerales como el hierro, el zinc, el magnesio y vitaminas del complejo B como la tiamina, riboflavina, niacina, B6 y B12 al punto que las personas sometidas a dietas vegetarianas o veganas deben tomar complementos nutricionales fabricados artificialmente por la industria farmacéutica para poder incorporar estos elementos a sus dietas, ya que es extremadamente complejo adquirirlos de los vegetales (especialmente en lo que atañe a las vitaminas del grupo B).

La proteína es esencial para el organismo para el mantenimiento y reposición de tejidos, como los músculos, que dependen del consumo de fuentes de alimentación generadas por otros seres vivos -animales- ya que no somos capaces de producirlos nosotros mismos.

Entrado en más detalle, hay nueve aminoácidos esenciales (histidina, isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano y valina) para la existencia de nuestro organismo y que resultan insustituibles por ningún otro tipo de sustancia, que son precursoras de nuestras células estructurales y funcionales que forman el esqueleto, los músculos y los órganos internos, así como de los compuestos complejos y metabólicamente activos que estimulan el funcionamiento del organismo (enzimas, hormonas, neurotransmisores y anticuerpos).

Si buscamos algún otro tipo de alimento capaz de proporcionarnos proteínas válidas y esenciales, al igual que lo hace la carne, las fuentes siguen siendo de procedencia animal, distinguiéndose entre todas el huevo y la leche de vaca u otros mamíferos.

El consumo de carne genera un grado de saciedad mayor que los carbohidratos o las grasas, por lo que en una dieta equilibrada, el aumento de la cantidad de proteínas propicia una menor ingesta de alimentos, con lo que facilita la pérdida de peso en personas con obesidad, de hecho, en parte este es el fundamento de las personas que realizan dietas cetogénicas.

Además de la carne y el pescado, solo la leche y el huevo proporcionan una alta proporción de proteína necesaria par el cuerpo humano. La proteína de procedencia animal es de alta digestibilidad (cercana al 100%) indistintamente de si proviene de estos alimentos, de la carne, el pescado los mariscos. Cabe una mención especial a los pescados de carne blanca, ya que su concentración de proteínas es la más alta del reino animal.

Cuánta carne se debe comer

Según la Organización Mundial de la Salud se debería consumir carne roja al menos una vez a la semana, con un máximo de 500 gramos semanales que pueden dividirse en proporciones de 100 a 150 gramos por ingesta.

En el caso de personas que deban controlar su ácido úrico podría ser conveniente la ingesta de carnes de aves como el pollo el pavo, e incluso pescado, disminuyendo la cantidad de carnes rojas. Sin embargo hay que desmentir el hecho de que las carnes no contienen ácido úrico. Realmente contiene purinas, al igual que otros muchos alimentos, tanto de procedencia animal como vegetal. El consumo excesivo de purinas puede incrementar los niveles de ácido úrico en sangre. Debe ser un nutricionista quién determine, en función de los análisis que la persona debería realizarse, qué alimentos debe evitar o controlar en cuanto a cantidad.

Con todo ello hay que remarcar que, como sucede en prácticamente cualquier otro orden de nuestra vida, los excesos son negativos. Más allá de los 40 a 60 gramos diarios de proteína el consumo de proteína está desaconsejado (al igual que la falta de consumo). Los carbohidratos, las grasas y los azúcares son igualmente necesarios en su justa proporción para que nuestro cuerpo disponga de todos los elementos necesarios para su correcto funcionamiento.

Un exceso de consumo de carnes que suponga una enorme ingesta de proteínas superando los niveles recomendados, sin una correcta ingesta de carbohidratos, favorecen un nivel de azúcar en sangre bajo, disminuye la producción de serotonina (la hormona de la felicidad) que desemboca en estados de ánimo negativos, así como podría causas daños en riñones e hígados.

Pero, si el consumo de proteínas es bajo o nulo (caso de vegetarianos y veganos), la carencia de estas sustancias en el cuerpo disminuye la masa muscular, dificulta el crecimiento, ralentiza el metabolismo, disminuye el rendimiento físico, el funcionamiento del cerebro, afecta al desarrollo del feto en caso de mujeres embarazadas y, finalmente, hace que nuestro sistema inmunológicos sea deficiente, se presente fatiga y nuestro estado de ánimo desemboque en la apatía. Los efectos de la falta de proteínas, del no consumo de carnes, es aún peor que el exceso.

Incorpora las carnes a tu dieta diaria, en una cantidad equilibrada. Si presentas problemas de salud diversos que afecten a tu dieta consulta con profesionales y ten cuidado con las personas que intentan venderte un estilo de vida, remedio milagroso o sustituto de dudosa procedencia. Lo que está en juego es tu salud y tu calidad de vida.

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